Patxi Irurzun
Arrasate
Entrevista
La Banda del Abuelö
Grupo de música

«No dejemos el rock solo en manos de artistas, porque luego a ver quién se fuma eso»

El trío de Arrasate publica ‘Antzua’, de nuevo cantado íntegramente en euskara y, como en sus comienzos, desde la autogestión total a la hora de la grabación, mezclas y masterización. Vuelven con ocho cortes de octanaje, ayudados por Jaime Lizaranzu a la harmónica.

La Banda del Abuelö, de concierto en Gasteiz.
La Banda del Abuelö, de concierto en Gasteiz. (Alberto Martínez de la Hidalga)

¿Qué aporta ‘Antzua’?

‘Antzua’ son ocho temas fibrosos para estos tiempos postpandémicos y preapocalípticos. No inventan la pólvora, ni piden permiso a catedráticos del punk o expertos rockeros, para que los bendigan o autoricen. Siempre hemos ido a nuestra bola, sin prisa, sin plantillas fáciles para sonar en txosnas, sin hacer un producto vendible a la mayor cuota del mercado antisistema y sin pasar por el aro productivista, para parir con fórceps un disco al año. Si no gusta, siempre nos quedará ‘Euskal te despista’ y ‘Soldadito marinero’ en San Mamés.

Pero suena contundente.

Es mérito de nuestro guitarra Oskar Loiti, que se puso a los mandos de principio a fin y ha conseguido exprimir al máximo lo poco que somos. Al regalarle el último de Delirium Tremens, nos dijo: ‘No puedo conseguir esto ni de lejos, pero está haciendo que me estalle la cabeza’. De Delirium siempre hemos versioneado ‘Ikusi ta ikasi’ y es una banda que nos ha gustado siempre a los tres, así que teniendo ‘Hordago’ como referente absolutamente inalcanzable, volvimos a buscar una nueva sonoridad, no tan limpia y brillante como las producciones de ahora y con ese poso más oscuro y conceptual que necesitaba ‘Antzua’. Después, hemos tenido la suerte de que el bluesman de Ziorlans, Jaime Lizaranzu, nos haya metido harmónicas en tres de los temas y nos hemos quedado a gusto.

«En el rock ha pasado lo que en la alta cocina. Todo está sobreelaborado y sobrepresentado. Pero para ‘Antzua’ nos apetecía un pincho de tortilla de patatas»

 

¿Es música pensada para el a menudo estéril panorama de las salas y directos?

No se puede estar llorando porque la gente no va a los conciertos. La gente va a lo que quiere ir o a lo que dicen que hay que ir, porque ‘es cool’ que te vean en determinado bolo o porque, como dice Aurora Beltrán, ‘es lo que un tiburón dice que hay que oír’. Tú toca, haz lo que quieras y agrada a la media docena que te han ido a ver. Nadie te pide que hagas una banda, ni que toques, ni que grabes, ni que gires. Puedes coger tu virtuosismo y tu ampli, con tus brazos tatuados de malo-malote, e irte a tu casa, que el mundo seguirá girando. Echar unas risas viendo lo mal que tocamos el acorde Mi, envejecer como Lemmy y que encima no sea el modo de sacarte las lentejas, nos parece un putoplanazo.

En cuestión de sonido sois ‘old school’. Alguna suena a ZZ Top, la mayoría son hard, hay punk…

En el rock ha pasado lo que en la alta cocina. Todo está sobreelaborado y sobrepresentado. Canciones de mil cambios y mil acordes, con mil arreglos y ganas de trascender (a veces solo pretenciosamente y sin rastro de canción). Todo es post. Platos refinadísimos de músicos-chefs estrellas, pero para ‘Antzua’ nos apetecía un pincho de tortilla de patatas de Joxemari taberna. Está muy bien ser el más rarito, vestirte con un jersey de rombos, dejarte bigote, posar en la foto del ‘Mondo sonoro’ y retorcer cada canción hasta ser mainstream de modernes, pero nosotras somos de alubias con caldo gordo: tres instrumentos, tres acordes y tres minutos, más por incapacidad mental que por instrumental (siendo esta última más que evidente). No dejemos el rock solo en manos de artistas y profesionales porque luego, a ver quién se fuma eso.

(Alberto Martínez de la Hidalga)

¿Pero el rockanrol no se ha quedado viejuno?

No faltan alquimistas en las filas rockeras, pero, en general, estamos a hacernos selfies mostrando cuánto público hay en nuestros bolos en lugar de a hacer canciones. Lo de la chavalería de ahora es el eclecticismo total, lo mestizo, centrifugado y reciclado, sin complejos. Rosalía y Eskorbuto. Hacen trap y reguetón y a la gente mayor nos ofende, pero eso es punk y mola. Lo del autotune lo llevamos regular, como el sonido-frontón de nuestros tiempos, pero resulta que el afterpunk, los sintes y las cajas de ritmo, vuelven a ser modernos. El rock envejece dignamente. Veremos que queda de ‘El anillo pa cuando’ o del reguetón o el trap dentro de treinta años, pero es el momento de la chavalada, que es punk sin saberlo y sin quererlo. Que lo vivan y lo autogestionen, sin buscar el patrocinio de una marca de ropa o de cerveza, para que la turbo-industria no les folle esa frescura de organillo de juguete, como base de una letra potente. Lo único que echamos de menos es un poco de más mala baba y menos papichulo, pero los insersos ofendidos, impartiendo lecciones, que se hagan un parque temático.

Cuidáis mucho el tema de las letras y vemos varias de poetas.

Les damos muchas vueltas. Para ‘Antzua’ hemos robado letras a Eneko Barberena (‘Tranpak’) o Pedro Juan Gutiérrez (‘Pandemonium’, es casi una traducción literal al euskara de Mondra, de ‘El sendero de las fieras’ donde utilizamos palabras como ‘horeixa’, que no son de uso en batua) o Xalbador, con un verso inicial y la repetición de ‘Odolaren mintzoa’ con su propia voz en Keia, un tema que compara al euskara con el humo que se ve, que está, que es, pero que desaparece, o con versos robados a Pessoa y llevados al euskara en ‘Egonezina’, etc. Lo que sí sabemos es que a veces incomodan, como en ‘Ixilikonai’, donde tiramos contra el covid 19-84 orwelliano, que nos hemos comido (¡los súper inconformistas y peligrosos rockeros, los primeros!), con un poco de doctrina del shock y un mucho de servidumbre, haciendo el pino puente para ser buenos, pedir permiso a las autoridades y que nos dejasen tocar en el recreo, sentaditos y formales, porque en el curro no contagiabas, pero de bares y conciertos sí.

«Lo de la chavalería de ahora es el eclecticismo total, lo mestizo, centrifugado y reciclado, sin complejos. Rosalía y Eskorbuto»

¿Seguís sin prodigaros mucho en directo, no?

Hacíamos tres bolos al año (¡casi sin estresarnos!), pero antes de la ‘plandemia’, hicimos veinte presentando nuestro anterior CD-libro y vimos que estamos mayores. El 98% de las bandas casi tiene que pagar por tocar, publicitar el bolo, llevar todo el equipo, sonorizarse y fletar un autobús para llenar el garito de colegas que consuman cerveza y el tasquero les pueda pagar el gasoil. Hay opciones, como las de pelear para colarte en una oficina de management, pero ya tenemos jefes fuera del r´n´r y no mola. Eso sí, nosotros nos debemos al circuito autogestionario y a los pocos movimientos populares y sociales que quedan, y hemos tenido la inmensa suerte de tocar en el ‘gazt(a)etxe’ de Izarra, la Mogambo, Orbain, La kelo, la cuenca minera de Huelva, el kroketa rock, Hala bedi, el gaztetxe de Gasteiz, el de Bergara y su biblioteca Angiolillo, el Itturri de Oñati, el Ezkutu de Are o el Blind Rock Fest, que son orgasmos que nunca agradeceremos lo suficiente y que ni siquiera merecíamos.

¿Planes?

No. Cada festi y cada grabación son pequeños milagros con todo en contra, pero si mañana lo dejásemos diríamos que valió la pena. Tener una banda de rockanroll a los veinte está muy bien, pero haber llegado hasta los cincuenta, y más en la liga del rock paraolímpico, diciéndonos las cosas a la cara, ya es bien. Seguir buscando en el local esa canción que nunca asoma, sabiendo que esto consiste en comer mierda a paladas y a pesar de todo seguir; viejos, feos, calvos y enfadados, porque los guapos guais, en modo ‘happy’ se nos hacen cansinos. Y lo de aprender a tocar, tocar coses modernes, esperar a que los expertos nos puntúen y ponernos pelo en Turquía, también va a ser que no.