La semana pasada se realizó el segundo debate de la carrera para las elecciones internas en ARENA, sobre el tema de seguridad. Tuvo defectos y limitantes, pero, aún con estos, arrojó importante información para evaluar a cada uno de los contendientes.
Aunque la selección del tópico de la seguridad pública resulta lógica, considerando que El Salvador está sumergido en la peor crisis de inseguridad de su historia, también fue una decisión valiente. Las encuestas siempre posicionan la delincuencia como el principal problema que aqueja a los salvadoreños. En consecuencia, los planteamientos de los candidatos sobre cómo mejorar la situación tienen el potencial de afectar no solo la simpatía o desprecio de las personas afiliadas a ARENA, sino de los salvadoreños en general. El desempeño de los precandidatos en este debate tiene que ser clave para calibrar el voto en las elecciones internas.
Debido a la importancia que conlleva el tema y las respuestas de los contendientes, la semana pasada aproveché este espacio para plantear cinco preguntas que, a mi juicio, los afiliados de ARENA tenían que hacerle a los precandidatos para evaluar su conocimiento sobre puntos críticos e incómodos, y la forma en que piensan enfrentarlos. Las respuestas a estas interrogantes, pensé, permitirían a los miembros del partido de oposición escuchar las posturas de los precandidatos y, de esa forma, tomar una decisión más informada para las elecciones internas que se celebrarán este mes.
Las interrogantes formuladas por el moderador, Rafael Domínguez, cubrieron la esencia de los temas sobre los que sugerí preguntar. Por supuesto, no con el detalle o la contundencia deseada, pero, unas mejor que otras, indagaron sobre lo que quería que se comentara. El formato que ARENA decidió adoptar para escuchar los planteamientos de los participantes no fue el mejor. Por ejemplo, solo dejó que los precandidatos esbozaran superficialmente sus posturas sin abrir espacios para repreguntas del moderador o para que los contendientes interactuaran, no permitiendo así ahondar en las respuestas brindadas. Esto protegió a los candidatos de un escrutinio ciudadano más agudo y, por tanto, limitó la capacidad de los afiliados de ARENA para escudriñar a sus precandidatos. A pesar de estas deficiencias, el debate arrojó suficiente información para evaluar a cada uno de los que participó.
En términos generales, los planteamientos de los precandidatos son esperanzadores. Ninguno salió con las locuras que otros utilizan para ganar adeptos, como impulsar la pena de muerte o armar a grupos de justicieros ciudadanos. Tampoco mostraron apoyo a disparates como “la tregua”. Todos en el debate reconocieron que la crisis solo se solucionará con un abordaje integral, en el que exista un cuidadoso balance entre la represión y la prevención. Coincidieron que solo así el Estado y las comunidades lograrán recuperar y mantener el control de los territorios que hasta ahora son gobernados por estructuras criminales.
Javier Simán, sin embargo, superó a los otros dos contendientes con sus respuestas. Demostró que se ha dedicado a conocer con más profundidad los problemas. Esto no solo fue evidente en el temple y la seguridad que revistieron sus respuestas, sino por su mención de, por ejemplo, unidades específicas de la PNC y programas puntuales. También habló sobre soluciones concretas. No estoy de acuerdo con algunas de ellas, por ejemplo, con el uso de la Fuerza Armada para recuperar territorios; pero sí coincido con otras, como la transformación de la Inspectoría de la PNC y el fortalecimiento del análisis de información para ser más eficientes y efectivos. Me parece esperanzador que, en esta etapa tan temprana, mucho antes de que se tenga que articular un plan de gobierno formal, se haya tomado el trabajo de conocer los problemas y tratado de identificar soluciones. Calleja y López no demostraron haber invertido el mismo esfuerzo en el tema. Aunque los tres parecen ir por buen camino, Simán, al parecer, va más adelante.
Criminólogo
@_carlos_ponce